Valle del Jerte

El Valle del Jerte es uno de esos lugares que siempre guardas en la carpeta de los sueños para salir a robar olores y embotellarlos en algún recipiente de ese alabastro que manos artesanas pulen con mil colores y formas en talleres familiares, en ese pueblo con nombre de valle y de río. 

Quién sabe si esa tradición no naciera en esos tiempos en que la mano del árabe escribió Xerete (río de aguas cristalinas) dando nombre para siempre a este lugar también apodado por los romanos como el “Valle del gozo”.

Cómo no querer morir para nacer de nuevo, en un lugar en el que caminar por los infiernos es encaramarse al cielo entre cerezos y olores a tomillos y orquídeas, arropado por sabias sombras de robles melojos y castaños nacidos entre helechos que han visto hace milenios el trasiego de nómadas celtas pastoreando sus rebaños, dejando a su paso rastros de sueños, magias blancas y leyendas por los montes de Gredos y Tormantos.

Lugares para remontar el tiempo imaginando castros y magias celtas de flores blancas o azafranes silvestres, para endulzar amores, junto a esas gargantas de aguas furiosas y transparentes, que discurren entre granitos moldeados en forma de pilones naturales cincelados por los escultores del viento y del agua.

Acceder al Valle del Jerte llaneando desde Plasencia, (la ciudad que colonizaran los romanos de la Galia Cisalpina, fundada entrado el Siglo XII  por Alfonso VIII), o a vista de pájaro desde Tornavacas o desde  Piornal, es sentir al instante la caricia de ese microclima que hace de los veranos primaveras y parece extender las nieves del invierno hacia marzos y abriles blanqueados por una explosión de millones de cerezos en flor que inundan el Valle y los sentidos, de aromas y bellezas difíciles de definir con la escritura. Incluso observando de cerca ese espectáculo natural, se enmudece la palabra, dando paso a sensaciones que te hacen notar el valle hasta estremecerte los sentidos.

valle del jerte

Subir a la garganta de los Infiernos en cualquier época, adentrándose en la Reserva Natural con ese nombre, es sentir la vida a cada paso del camino. Sólo se requiere cariño y respeto por estas tierras y un buen calzado de andarín para remontar los caminos que te elevan hacia las cumbres bordeados por  tejos, madroños, acebos y abedules, y las voces armónicas de oropéndolas, arrendajos y abubillas, que te hacen llevadero el caminar, hasta que por fin te reciben los piornales y los enebros, vigilados por milanos y buitres que te señalan que estás más cerca del cielo.

Seguramente Carlos I al conocer estas tierras en su camino desde Valladolid, pensó con pena no haber adelantado su retiro definitivo en el Monasterio de Yuste.

Río Jerte entre montañas y entre historias de celtas, árabes, romanos y reyes, cuyas huellas han quedado alojadas en 11 bellos pueblos esparcidos por el Valle. Unos ribereños como Navanconcejo, Cabezuela del Valle, Jerte. Otros encaramados en el monte como Tornavacas, El torno, Barrado, Cabrero, Las casas del Castañar, Piornal, Rebollar Y Valdastillas. En todos ellos la arquitectura popular es acogedora. Calles empinadas y balcones que se unen frente por frente saludándose con geráneos y hortensias o con alguna ristra colorá de guindillas piconas.

Pueblos para vivir sus fiestas y costumbres ancestrales. Perseguir al Jarramplás en Piornal, asomarse el 2 de mayo a las hogueras de Tornavacas, echar un  trago de “gloria” o de “vino arropado” en Jerte  por la fiesta de los Santos, mientras nos reunimos para asar los “calbotes”, ofrecidos por los generosos castaños del lugar. Andar por la Candelaria en febrero, y observar la llegada del ganado transhumante buscando los nuevos pastos extremeños. Perderse en cualquier época en el barrio de “La Aldea” de Cabezuela del Valle, para sentir su historia de siglos. En abril, Comer pan y queso en Casas de Castañar en la romería de San jorge. También dar otro trago de buen kirsch en Cabrero, sin olvidarnos de ese aceite exquisito producido en Valdastillas.

Jerte apacible y hospitalario, Valle del gozo peleado con las prisas. Jerte para oír los sonidos del agua y los del silencio. 

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