Llegan como cada año las grullas desde el norte europeo para invernar en los campos extremeños adornándolos con sus plumajes grises.
Durante el día alternan los momentos de comida, con los de vigilancia y acicalamiento de sus plumajes. Al caer la tarde se dirigen a los dormideros normalmente situados en las proximidades de embalses o charcas. Estas son en resumen las costumbres de estas aves gregarias. Un ciclo de vida que se repite casi de forma automática cada año.
Es una experiencia fascinante observar a estas aves integrándose en el medio extremeño.
Los atardeceres marcados por la silueta de grandes bandos de grullas producen imágenes para recordar por mucho tiempo.
Fotografía
Pablo Alcalde